Cómo está compuesto el Estado argentino

En Argentina, el Estado está compuesto por dos grupos bien diferenciados.

El primer grupo (que es el más pequeño) es la clase parasitaria política que disfruta de vidas fastuosas, sueldos altísimos, dietas parlamentarias que aumentan a su antojo, gastos «reservados», pasajes pagados aunque no los usen, jubilaciones de privilegio que obtienen solo por asumir un cargo y sin necesidad de acumular décadas de antigüedad, acceso total al dinero público (que se obtiene al esquilmar mediante la expoliación compulsiva a todos los ciudadanos honestos, en un robo descarado y alevoso mal llamado «pago de impuestos»), y sobre todo, del poder para realizar toda clase de matufias, negociados, operaciones oscuras y tongos con «empresarios» amigos, además de acomodar a todos sus familiares, amantes y amistades en todo tipo de cargos, inventando incluso algunos de esos cargos para meter a un familiar o amigo adicional que se haya quedado afuera. Todos los políticos hacen eso: desde el más humilde secretario o concejal de municipio de un pueblito perdido en algún lugar remoto del mapa, intendentes, gobernadores, diputados y senadores provinciales y nacionales, y terminando con el presidente de la Nación. Porque un político no se dedica a la política por vocación o espíritu de servicio, sino simplemente para vivir del dinero público toda su vida, acumulando al mismo tiempo un patrimonio inexplicablemente alto durante el tiempo que dure en su cargo, y más también.

El segundo grupo (que es el más grande) son los ciudadanos y extranjeros que viven de la teta del Estado a través de «planes», beneficios especiales, pensiones por «discapacidad» o algún otro cuento, subsidios obtenidos a dedo o mediante «retornos» (sobornos), ventajas varias, acomodos espurios y un sinfín de otras maniobras ideadas para manotear el dinero público con cualquier excusa, amparados por leyes creadas a tales efectos por parte de legisladores corruptos. Es muy importante destacar que en estas organizaciones perversas, el dinero fácil que obtiene el segundo grupo son migajas en comparación con las fortunas astronómicas que obtiene el primer grupo.

El primer grupo le otorga privilegios al segundo grupo, y éste devuelve el favor en forma de votos, manteniendo así un círculo vicioso extremadamente difícil de romper, porque para hacer tal cosa hay que cambiar las leyes. Y el poder para cambiar las leyes lo tiene el primer grupo que ‒como es de esperarse‒ ni a palos creará jamás una ordenanza, normativa, decreto o ley que vaya en contra de sus propios intereses. Así estamos desde hace más de setenta años.

La foto muestra cómo va a terminar la Argentina si seguimos por el mismo camino.

Saquen ustedes sus propias conclusiones.

Comentarios

Ricardo Portilla

Informático. Analista de Sistemas de Computación. Librepensador, escritor y documentalista. Webmaster de Diario El Despertador.