Después del Fondo…

“El pragmatismo es una verdadera cobardía porque significa que el gobierno se adapta por conveniencia a los problemas, sin atreverse a enfrentarlos, buscando soluciones reales. No se trata de encontrar soluciones pragmáticas, sino soluciones de fondo.” —Ludwig Erhard.

Como bien pensaba el hacedor del llamado “milagro alemán” acerca del pragmatismo, seguir hoy un camino y mañana otro, es un error.

El presidente Macri, ahora que ha podido respirar un poco más profundo debido a la ayuda que recibe del Fondo Monetario Internacional, debería dar un vuelco hacia una política que deje atrás al pragmatismo y se oriente por principios que no permitan dejarse arrastrar por conveniencias circunstanciales como pronto lo serán las elecciones del año próximo.

Esperamos que la estabilidad monetaria sea un fin prioritario porque es una base indispensable para el crecimiento económico. Ya aprendimos que promover el crecimiento por medio de la inflación es un error que trae nefastas consecuencias. El gobierno debe olvidarse de aumentar el gasto provocando déficit. No debería ni siquiera invertir en políticas desarrollistas si eso lo aumenta. No se puede permitir crear artificialmente capital a través de la emisión. De este modo no vale el crecimiento porque se sacrifica la estabilidad.

La poca importancia que le han dado a bajar el déficit ha sido cuestionada por el FMI, por lo que tendrán que decidirse a actuar al respecto. Privatizar parece que no es una opción para el actual gobierno, así que deberían quitarle a las empresas todas las ventajas, tratándolas como a las privadas, y sobre todo, no financiarles el déficit.

Con respecto al fomento de la producción tanto agropecuaria como industrial, la única manera es abrir la economía dejando de lado las tarifas aduaneras exageradas y la protección a la industria nacional. Aquí también la experiencia alemana nos da un gran ejemplo. A pesar de la terrible situación que había quedado Alemania después de la guerra, Erhardt sometió drásticamente a la industria a la competencia internacional, suprimiendo los aranceles porque –como bien decía– eso incentivaría a las industrias para esforzarse en lograr mejor calidad y eficiencia, bajando los precios en vez de pedir protección y dádivas al Estado. Si el gobierno no se anima a imitarlo, por lo menos el final de la protección debe tener fecha cierta, lo más corta posible, solo para permitirle al empresario acomodarse a la nueva situación.

Además, la necesidad de capitales se consigue mostrando una estabilidad que promueva la confianza, sin la cual no hay política que valga. Para ello hay que dejar atrás el pragmatismo, es decir el oportunismo, y guiarnos por los valores asociados a la libertad. Si el gobierno no ha aprendido que es bueno vivir en democracia y que la estabilidad monetaria es mejor que la inflación, la sociedad sí lo aprendió. Acompañará seguramente un plan racional que ataque este problema de frente.

Por último, no se debería olvidar que la Constitución alberdiana abrazó en lo económico el sistema de la libertad basado en la propiedad privada de los medios de producción y en la proscripción de toda interferencia oficial en el proceso económico. Y en cuanto al sostenimiento del Estado consistente con los derechos y garantías, dicha constitución advierte: “…En la formación del tesoro puede ser saqueado el país, desconocida la propiedad privada y hollada la seguridad personal; en la elección y cantidad de los gastos puede ser dilapidada la riqueza pública y embrutecido, oprimido y degradado el país”.

En muchos casos, la Corte Suprema de Justicia ha convalidado en su constitucionalidad decretos, leyes y reglamentaciones que fueron dejando atrás en nombre del bienestar general a la concepción filosófica que reposa en la idea de libertad. Y con ello, sus miembros olvidaron que la persona es responsable, además de independiente y autónoma como lo entendieron nuestros padres fundadores, consagrándolo en 1853 en nuestra Carta Magna.

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Elena Valero Narváez

Autora de El Crepúsculo Argentino (Ed. Lumière, 2006). Miembro de Número de la Academia Nacional de la Historia de la República Argentina. Miembro del Instituto de Política Económica de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas.