Dificultades y desafíos de un productor ganadero en Argentina

Soy la menor de tres hermanos, fruto del matrimonio entre un ganadero y una maestra, formada en ciencias económicas y marketing.

A mis 28 años de edad me hice cargo de la administración contable de la empresa ganadera familiar, cría en pasturas extensivas de ciclo completo, para construir años más tarde mi empresa. La idea surgió por la necesidad de romper la estacionalidad de ventas y ampliar el abanico de clientes. Fue así que en 2010 se decidió llevar invernada a un feed lot local y propuse encargarme personalmente del tema.

Hasta ese momento, el ambiente ganadero me resultaba extraño y hasta un tanto hostil. Si bien conocía el trabajo, nunca me había tocado hacerlo en primera persona. Recuerdo que el día antes de apartar la primera jaula de gordos no concilié el sueño. ¿Qué iba a hacer cuando me trajeran los animales para que los elija? ¡Nunca lo había hecho antes! ¿Y si salía mal? Era el mes de septiembre, cuello de botella de los feed lot, abundaban gordos y escaseaba precio, se volvía imperioso buscar nuevos clientes, golpear puertas.

Allí fue cuando conocí a Rubén, dueño de un frigorífico del sur de Santa Fe que fue un gran maestro, enseñándome no solo a apartar la hacienda, sino también el proceso de industrialización y comercialización de la carne. La parte comercial estaba aceitada. ¿Qué faltaba ahora? Conocer cómo se maneja la producción, cuestiones técnicas de nutrición animal (un tema no menor), reunir algo de dinero para construir instalaciones, conseguir personas dispuestas a trabajar en el proyecto, y lo fundamental, animarme a emprender sola.

Localización de Vera en la provincia de Santa Fe.

La mente crea lo que crees. Dos años más tarde el aprendizaje estaba hecho, los clientes estaban ganados, algunos ahorros, préstamos familiares y lo primordial: creer que podía. Elaboré un proyecto de inversión, evalué ventajas, desventajas, me desvelé más de una noche analizando si es factible. ¿Es rentable? ¿De cuáles herramientas dispongo? Salvadas las dudas puse manos a la obra: estudio de impacto ambiental, diseño de instalaciones y siembra de alimento. Los recursos eran escasos, la construcción debía ir por etapas, los plazos corrían, debía coincidir la primera cosecha de granos con la finalización de las instalaciones. Los objetivos eran claros y establecidos por prioridades: asegurar alimentación y bienestar animal, permitir el trabajo intensivo, entrada y salida de hacienda los 365 días del año independientemente del clima.

En principio consistió solo en siete corrales, un tinglado sin paredes, dos silos de 30 toneladas, dos tractores prestados, un mixer, un chimango usado y una office, pero era el primer feed lot habilitado para exportación del departamento de Vera (provincia de Santa Fe). Un año y medio después llegó la construcción de nuevos corrales y un espacio destinado a la recría intensiva para terneros con destete precoz, triplicando así la capacidad inicial con maquinarias propias, dos celdas de almacenamiento, visitas de estudiantes de veterinaria, nuevos compradores y proveedores tanto de hacienda como de insumos.

Pasaron seis años ya desde la llegada del primer lote de hacienda y de crecimiento, no solo del negocio sino también personal. No fue fácil, fue perseverancia, horas dedicadas a estudiar, a mejorar los procesos, a insistir cuando un trámite no sale, aprender a no frustrarme si las cosas no marchaban según lo planeado, buscarle la vuelta, ser eficiente en la producción aprovechando los recursos locales y eficaz en la toma de decisiones anticipándome a un contexto que nos propone desafíos todos los días, acelerar ante la oportunidad, y si viene mal, desensillar hasta que escampe (N. de la R.: Cesar de llover y despejarse el cielo de nubes). Saber frenar vale doble.

La industria ganadera argentina debe luchar constantemente contra las dificultades climáticas (principalmente inundaciones), las regulaciones, la presión fiscal, la economía local y la burocracia estatal.

La consigna es: sea realista siempre y aproveche la sinergia que produce el trabajo en equipo y la humildad. Ser dueño no le eximirá de hacer el trabajo de un peón y tampoco se le caerán los anillos por hacerlo. Sea ordenado y metódico. A la hora de comprar hacienda póngale un pesito más a la genética, se lo va a compensar en conversión acortando el ciclo de engorde, y si se da la oportunidad de conseguir algún lote de calidad inferior, analice costo/beneficio.

Recuerde que además de producir algo lindo, la prioridad es ser rentable. Igual razonamiento se aplica a la hora de elegir las dietas, no existe una fórmula única, y si puede producir su propio alimento, en buena hora. Si tiene un puerto cerca o una industria cervecera, arrocera, etc., visítela. Hay subproductos excelentes para consumo animal e industrias que necesitan fusibles para limpiar sus plantas. Haga un trabajo de cartonero, sea insistente en el mantenimiento de las instalaciones, le va a evitar dolores de cabeza futuros. Lea, charle con otros productores, visite instalaciones, aprenda de la gente que hace. Tenga contacto con la industria frigorífica, oriente al cliente. Trabajar con vidas para alimentar vidas implica mucha responsabilidad y seriedad, cualidades para perdurar en el tiempo. Y por último, no deje de imaginar y crear, pero siempre con los pies en la tierra.

Deje el show business para las vedettes y la futurología permítasela el domingo cuando lea el horóscopo tomando unos mates mientras observa cómo florecen sus sueños.

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Virginia Buyatti

Empresaria y productora ganadera de la provincia de Santa Fe.