Recalculando el gradualismo con el FMI
Cuando el Gobierno asumió en diciembre de 2015, no dudó en cambiar la orientación económica que heredó. Buscó recuperar un piso mínimo de economía de mercado, liberó rápidamente los precios, el mercado cambiario y el comercio exterior, además de salir del default y de las mentiras del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC). Tras recuperar las señales de precios y la institucionalidad, emergió el deterioro estructural: un déficit fiscal de 7 % del PBI y uno externo de 5 % del PBI, además de no disponer de reservas en el Banco Central (BCRA).
Para resolver los déficits gemelos, el Gobierno se propuso un plan económico que buscaba bajarlos de manera gradual. Al plan se lo apodó «gradualismo».
Pero, ante tamaños déficits, el gradualismo exigía un importante nivel de endeudamiento. En números, el gradualismo de pizarrón proponía tomar deuda por 30 mil millones de dólares por año, durante los cuatro años de gobierno. Es decir, 120 mil millones de dólares en toda la presidencia. Para dimensionar, cuando en 2001 la Argentina se declaró en default, dejó impagos títulos públicos en manos de privados por casi 90 mil millones de dólares.
Aun siendo optimista, si el gradualismo llegaba a cumplir sus propias metas, sería con la lengua afuera en materia de endeudamiento. Pero el pizarrón que no dejaba margen de error chocó con la realidad desde el arranque cuando no llegó la «lluvia de inversiones», y en consecuencia, el «segundo semestre» mostró tener muy poco carretel. La sequía y la suba de tasas en Estados Unidos fueron los imponderables que tampoco admitía el pizarrón, y la combinación de todo pegó en el cimiento mismo del plan oficial. Los mercados perdieron la confianza de que el Gobierno lograra corregir los déficits antes de que llegara la noche de la deuda.
En efecto, después de que Argentina colocó títulos públicos por 70 mil millones de dólares en los mercados internacionales, los inversores se mostraron empachados de riesgo argentino ante un plan oficial que se forzaba de voluntarismo por la falta de resultados.
Al no cumplir sus propias metas fiscales y menos monetarias, llegaron las dudas acerca de si el gradualismo dispondría del crédito externo que exige el pizarrón. Estas dudas desataron una salida de capitales que se necesitó salir corriendo al rescate del FMI para reformular el plan de Gobierno.
El rescate del FMI
En tiempo récord el Gobierno logró un acuerdo con el FMI y por un préstamo de 50 mil millones de dólares (9 % del PBI), que permite asegurar el financiamiento que los mercados que ya no estaban dispuestos a financiar. Por el tiempo y el monto, es un evidente apoyo político desde el exterior al Gobierno argentino, no por su gradualismo fallido, sino por ser uno de los pocos líderes políticos que prende la llama de economía de mercado en la región, además que alza la voz ante el desastre humanitario al que llegó la dictadura en Venezuela.
Por supuesto que el FMI exige acelerar el gradualismo, sin por ello sacrificar el proyecto político en pleno año electoral. De hecho, solo por el rebote en la cosecha y la nueva fórmula de indexación de los haberes previsionales que reaccionan con demora de seis meses a la inflación, las jubilaciones y la AUH estarán creciendo el año entrante casi al 30 %, en un programa económico que busca una inflación del 17 % en 2019. La recuperación del poder de compra de amplios sectores sociales el año entrante está contemplada en el mismo acuerdo, para llegar a las elecciones presidenciales con recuperación del consumo y de la economía.
En definitiva, el FMI otorgó un importante apoyo político a punto tal que dejó que sea el propio Gobierno quien reformule el gradualismo, pero con metas concretas y sin espacio para voluntarismos. El apoyo del FMI vino justo cuando el mercado ya le daba la espalda al Gobierno por un gradualismo que no cumplía ni sus propias metas, en un contexto donde la oposición aprovechó para hacer populismo de vieja escuela, arriados por la misma cepa que nos trajo a esta crisis.
La discusión del proyecto de ley del presupuesto del 2019 será el foco de atención de los acreedores externos. Será el momento para evaluar la voluntad de los principales partidos políticos en respetar el acuerdo con el FMI, que asegure el cronograma de desembolsos más allá de las elecciones presidenciales.
El futuro no está escrito, la suerte de Argentina no depende del FMI, sino que dependerá de si el arco político deja el voluntarismo de un lado y el populismo del otro.

Economista de Econométrica.
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