Debemos terminar ya con el monstruo del populismo

La solución es tener un país realmente federal, que en teoría es nuestra República, con políticos responsables, empresarios dedicados a sus tareas y una sociedad entera motivada

Argentina es, como dijo el gran empresario Eduardo Constantini, un país enfermo. No es un país pobre. Su enfermedad se denomina populismo.

¿Qué es el populismo?

El populismo es el otorgamiento –por parte de los políticos a la sociedad– de beneficios que no pueden ser mantenidos en forma permanente, donde quienes reciben los beneficios no son conscientes del costo final que pagan. El populismo en nuestro país es el responsable último de la constante alta inflación, las recurrentes crisis, la necesidad de un dólar alto y un inexistente crecimiento per cápita, que son simplemente los síntomas de la enfermedad.

El populismo se traduce a la población a través del sistema de impuestos. ¿Por qué los empresarios somos los malos de la película? Porque los impuestos en Argentina, a diferencia de otros países, los recaudamos las empresas a los consumidores locales, sean o no pudientes.

Esa razón –al igual que el odio hacia el recaudador de impuestos en las películas de Robin Hood– hace, entre otras cosas, que la población aborrezca las empresas privadas puesto que cobramos, junto con el producto que vendemos, 100% de impuestos por encima de los costos reales.

A su vez los ciudadanos aman las empresas públicas y al Estado, pues éste no les cobra impuestos directos, les da subsidios e infinidad de servicios mediocres gratis. Malos e insuficientes, pero gratis.

Cuando los impuestos son cobrados a través de los productos y lo recaudan las empresas, los precios son altos, promueven la importación de bienes finales (que vienen sin impuestos), impiden la exportación de valor agregado (pues no es posible separar los impuestos pagados por estar incluidos, por ejemplo, en el salario), desmotivan las inversiones (por falta de beneficios), obligan al Estado a generar empleo espurio (por desplazamiento del empleo privado) y subsidios (por el alto nivel de pobreza provocado) y generan unas recurrentes crisis financieras (producto de la falta de dólares para pagar el déficit de comercio internacional y el gasto público), reflejándose cada ciertos años como un aumento violento y repentino del dólar, alta inflación y la disminución de la demanda.

Como los trabajadores del sector privado y los empleados públicos, los subsidiados y jubilados deben finalmente pagar estos impuestos cada vez que compran algo con su salario o jubilación, el costo de producción de las empresas manufactureras y de servicios, y el costo en dólares del Estado que los emplea, crece cada vez que crea o aumenta un impuesto, alimentando así a la inflación, y esta inflación alimenta el conflicto social y hace entonces indispensable el papel de los sindicatos (cuya materia prima es el conflicto entre empleadores y empleados), generándose un círculo vicioso que siempre termina mal. Es como el perro que se persigue la cola y no llega a mordérsela.

La solución no sintomática al problema de la inflación es eliminar el populismo. La emisión a la que se le hace responsable del fenómeno (los monetaristas) es solo un síntoma de este populismo. Es solo la manifestación económica.

Propuestas

Mi propuesta es la coparticipación inversa. Para eliminar el populismo, los intendentes deben cobrar impuestos a sus vecinos y coparticipar 30% al gobernador (impuesto a las ventas finales e inmobiliario). Lo mismo debería pasar en las provincias. Podrán gastar lo recaudado como quieran en sus ciudades. Si malgastan no serán reelegidos.

Los gobernadores deben cobrar impuestos a sus coterráneos y coparticipar 30% a la Nación (impuestos a la tierra y la minería). Podrán gastar lo recaudado en infraestructura y promoción de sus provincias como deseen.

Finalmente, la Nación debe cobrar impuestos a las empresas para promover comportamientos que lleven al desarrollo del país, como ser los dividendos para promover la inversión (¿50%?), al juego, las bebidas alcohólicas y al cigarrillo para disminuir su consumo y compensar los males que estos provocan, y al comercio exterior para equilibrar desbalances (y controlar los precios de transferencia) o promover inversiones estratégicas locales.

Los intendentes y gobernadores competirán en atraer empresas para que se trasladen a sus ciudades y provincias, generando empleo local, utilizando lo recaudado localmente para mejorar el Estado y la población de sus regiones bajo cuidado.

Si alguna provincia o intendencia es no es “viable”, recibirá parte de lo recaudado por otras provincias o intendencias, pero deberá aceptar una intervención o fusión para hacerla viable.

De los más de 96 impuestos existentes hoy, esto los bajaría a solo 9, simplificando significativamente los procesos administrativos de las empresas y del Estado, bajando los costos para la población, promoviendo las exportaciones de valor agregado, generando empleo distribuido, bajando los costos de logística, y por ende, acercando la producción al mundo.

La Nación debe cobrar impuestos a las empresas para promover comportamientos que lleven al desarrollo del país

Buenos intendentes y buenos gobernadores generarán riqueza y serán reconocidos, y la gente los buscará para puestos políticos más altos, con lo que promoveremos a referentes productivos y racionales en vez de caudillos mesiánicos y personalistas.

Y los empresarios nos dedicaremos a lo que sabemos y deseamos hacer, que es producir mucho, a través de la conjunción de los elementos de la naturaleza, el capital, la inteligencia y esfuerzo de las personas, bienes que sean deseados por otros que estén dispuestos a pagarlos para dejar un beneficio y que permitirán el desarrollo de nuestro país, su gente y las generaciones futuras.

Los productos costarán y se venderán a una tercera parte de lo que hoy valen (en dólares). Exportaremos, aumentaremos las inversiones, aumentará el empleo privado, disminuirá el empleo público, disminuirán los costos administrativos, se eliminará el déficit fiscal y el déficit comercial, se eliminará la informalidad, se eliminará la corrupción, tendremos crecimiento y el país volverá a ser un país desarrollado como lo fue y como nunca debió dejar de serlo.

Parece difícil pero no lo es. Muy por el contrario, difícil e ilógico es seguir haciendo lo que nos trajo nuevamente hasta este lugar de crisis y creer que mejoraremos simplemente haciendo mejor lo mismo que resultó desastroso una y otra vez.

La solución al populismo es tener un país realmente federal, que en teoría es nuestra República, con políticos responsables, empresarios dedicados a sus tareas y una sociedad entera motivada, trabajando todos en la dirección que nos permita progresar en un mundo cada vez más interesante, donde el bien más preciado comienza a ser la posibilidad de generar trabajo de calidad para sus ciudadanos.

Comentarios

Teddy Karagozian

Empresario textil, CEO de TN & Platex.