Una ventana para las inversiones verdes

Mientras en Argentina aún se discute en el segundo semestre de qué año llegarán las esperadas inversiones, a nivel internacional se dialoga cuándo las inversiones sustentables serán mainstream. Avalado por el crecimiento exponencial evidenciado por los green bonds en los últimos años, la pregunta es relevante, aún cuando la totalidad de los bonos verdes emitidos en todo el mundo en 2017 represente tan solo el 2 % de toda la renta fija emitida en Estados Unidos durante el mismo año. En este caso, la tendencia merece ser analizada.

La volatilidad de los mercados financieros no nos permite diseñar una estrategia de mediano plazo. En el caso de las finanzas sustentables, considero relevante dejar de lado por un momento las turbulencias locales de los últimos meses para focalizar en ciertas “tendencias verdes” no sólo a nivel global sino también regional y local.

El reducido tamaño del sector financiero argentino, reflejado en una escasa profundidad financiera a nivel del sistema tradicional bancario, y en bajos ratios de capitalización de mercado, no debe ser tomado como un obstáculo para acceder a los inversores verdes, sino como una oportunidad para dinamizar su postergado crecimiento.

Haber pertenecido durante casi diez años al poco preciado grupo de mercados fronterizos, mantuvo alejado a muchos inversores internacionales de los activos argentinos. El reciente upgrade a mercado emergente no necesariamente significa que habrá una avalancha de inversores en activos argentinos, pero sí que estos vuelven a ser elegibles para los principales inversores institucionales del mundo.

Volviendo al mercado de inversiones verdes, una pregunta que habitualmente me formulan potenciales emisores es la siguiente: ¿Existe realmente apetito del lado de los inversores en este tipo de instrumentos? Esta pregunta tiene respuesta de dos tipos: una a nivel general y macro, y la otra a nivel específico y regional. El primer caso muestra una tendencia, en tanto el segundo apunta a una experiencia puntual que puede ser extrapolada a Argentina. En poco más de una década de vida, los montos administrados bajo los Principios de Inversión Responsable (PRI, por sus siglas en inglés) se multiplicaron por diez para alcanzar en 2017 los USD 85 trillones (americanos), mientras la cantidad de signatarios se multiplicó por 21.

Por otro lado, el Banco de Desarrollo de Brasil (BNDS) emitió el año pasado bonos verdes por USD 1.000 millones, con una sobre-suscripción de cuatro veces. Estos dos ejemplos demuestran que, al menos a nivel internacional, los fondos y el interés en este tipo de instrumento claramente existe. En el caso de las tres emisiones argentinas, las dos subsoberanas fueron colocadas exitosamente en el exterior, en tanto que la de Banco Galicia fue totalmente suscripta por el IFC. A su vez, el temido efecto crowding out no debería preocupar, dado que en general, lo que el emisor de bonos verdes prioriza es diversificar sus fuentes de fondeo.

El flight to quality actual no debería ser un impedimento para planificar el mediano plazo y prepararse para este tipo de inversiones, con proyectos y activos elegibles acorde a la demanda de un inversor verde cada vez más sofisticado. El regulador del mercado de capitales local está trabajando en normativas acordes, y el resto de los actores del mercado debemos prepararnos para un mercado de gran potencial.

Las opiniones expresadas son personales y no necesariamente representan la opinión de la UCEMA.

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Pablo Cortinez

Licenciado en Economía, Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Mágister en Finanzas (Orientación Finanzas Corporativas) y Profesor en la Universidad del CEMA (UCEMA).