Discusión de soluciones
En general, los políticos rehúyen discutir soluciones, temas constructivos de orden práctico y confrontar ideas. Han mentido tanto en el pasado que temen hacer propuestas concretas para el futuro. Por ello escuchamos sus discursos vacíos de contenido y los vemos criticando a sus adversarios para salir del paso ante preguntas inteligentes.
Los políticos se van por la tangente cuando les preguntan cosas concretas y precisas, debido a sus escasos conocimientos y probidad política. Por eso la mayoría de los argentinos no cree en la política y piensa que quienes intervienen en ella, lo hacen solamente en provecho propio. Lamentablemente tuvimos demasiados ejemplos de conducta entre los políticos que confirman esas creencias.
Hemos tenido doce años en que casi todos los integrantes del gobierno kirchnerista se sirvieron de sus cargos para su enriquecimiento personal, por lo que podemos confirmar que la deshonestidad no es la excepción en la vida pública nacional. También hicieron y hacen uso de artimañas a través de personeros, prensa y medios inescrupulosos para desacreditar a sus adversarios mediante la calumnia, la deslealtad y la desmesura en la crítica, que no se atiene a los problemas sino al descrédito del adversario.
Es increíble, por ejemplo, que quienes hicieron lo imposible para impedir que el actual gobierno hiciera las reformas necesarias para atraer inversiones, mediante presiones de todo tipo, incluso azuzando a manifestantes y piqueteros para que entraran al Congreso e impedirlas, le enrostran ahora al gobierno las inevitables consecuencias de los errores, buscando el favor electoral.
Los argentinos nos hemos vuelto condescendientes con estas actitudes que vienen desde lejos, considerándolas “cosas de la política”. De esa manera las hemos permitido, sin reaccionar. Es así como la política se ha teñido de inmoralidad hasta el punto en que Cristina Kirchner será aceptada por un buen porcentaje de la población si se presentara una vez más como candidata a presidente, y además también se postularán a candidaturas de todo tipo muchos de sus secuaces, como si nada.
La política no es fácil y se puede recurrir al debate apasionado, incluso al ataque directo al adversario, pero sin injurias y malas artes, sino dignamente, como se debe hacer política. Algún partido debe salir a la palestra para que los demás lo imiten: plantear con franqueza los problemas, con claridad la situación económica actual, y dando propuestas concretas y razonables. No falta tanto para las elecciones. Es hora de dejar atrás las prácticas deshonestas conscientes del valor que tiene hacerlo y las ventajas que acarrea para el saneamiento de la política, la intervención en ella, con dignidad.
La gente no es zonza, no quiere que se disimule la realidad, desea que se corrijan los errores y se hallen soluciones para los problemas que no le permite tener un buen nivel de vida.
Las dificultades que deberá encarar el próximo gobierno son serias, por lo que no se deberían demorar los planteos de soluciones. Necesitamos políticos que estudien con seriedad las causas que provocaron el fracaso en la tarea de reconstruir la economía y la grieta que no permite una adecuada convivencia social. Necesitamos partidos que mantengan una ética, una disciplina y un programa de gobierno que abandone ideas vetustas y fracasadas, incorporando otras relacionadas con la realidad y que influyan en el escenario político nacional e internacional. También es imprescindible que sus dirigentes no hayan sido sospechados de corrupción para no ser descalificados por la opinión pública, como lo son tantos en la actualidad.
Las críticas al gobierno anterior por no haber sido capaz de tomar el camino adecuado, son las mismas que se hacen al actual gobierno. Esto debería alertarlo sobre la necesidad de atacar por todos los flancos la mentalidad nacionalista e intervencionista imperante aún en muchos políticos que demuestran una ceguera total ante la situación del país, y que frenan a quienes dentro del partido pretenden cambios fundamentales inspirados en los innumerables ejemplos que aportan países desarrollados, gracias a la libertad con la que cada uno de sus habitantes trabaja en provecho propio y de su nación.
También es de suma importancia mantener la democracia para mejorar la política. Las sociedades modernas son testigos de ello. En las estructuras políticas modernas existe una opinión pública institucionalizada, a la que varios partidos ofrecen programas alternativos y en libre competencia en el espacio social que configura un mercado del voto. Cuando esto no ocurre, el sistema de partidos se debilita y las organizaciones sectoriales o de tipo corporativo presionan para imponer soluciones particularistas como en Argentina, provocando aún más el inquietante incremento de las disputas.
Necesitamos que se marche lo más rápidamente posible hacia un sistema de partidos que funcione de otra manera, que destierre las prácticas sucias y conscientes del daño que ocasionan a la vida pública. Necesitamos fortalecer el sistema de partidos y de políticos honestos, con responsabilidad y mente clara como para no volver a cometer los mismos viejos errores que nos hacen pensar, equivocadamente, que la historia es circular y por eso siempre se repite.

Autora de El Crepúsculo Argentino (Ed. Lumière, 2006). Miembro de Número de la Academia Nacional de la Historia de la República Argentina. Miembro del Instituto de Política Económica de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas.
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