Estimados lobistas amateur del agro argentino: no nos defiendan más
Cada vez que el monstruo de la inflación asoma su cabeza con mayor o menor fuerza, pareciera que se iniciara un concurso para determinar quién presenta el argumento más absurdo.
Uno de esos disparates es buscar el cuco donde no está. Un ejemplo de ello es una serie de cuadros con precios relativos que han circulado recientemente en las redes, donde a pesar de lo “razonable” que podría parecer el argumento en el contexto de una lectura ligera y carente de rigurosidad, presenta un esquema descabellado tanto teórica como empíricamente. Desde lo conceptual no solo demuestra una profunda ignorancia sobre la teoría del valor, sino también una obtusa percepción acerca de cómo funciona el sistema económico, al tiempo que se pretende minimizar al resto de los integrantes del sector primario.
O acaso, ¿cómo llegamos a obtener una pizza? ¿No existió previamente un agricultor que sembró trigo, tomate o cebolla para su posterior transformación en harina y salsa? ¿No hubo un tambero que con tanto sacrificio y muchas veces perdiendo dinero ordeñó sus vacas lecheras para proporcionarle a la industria la leche necesaria para elaborar el queso o la leche pasteurizada y la crema para el helado que vamos a deleitar de postre? ¿Y un productor porcino que proporcionó la carne con la que se elaboró el salame que tanto nos gusta encontrar en la pizza? ¿Acaso en cada alimento, bebida o infusión no están presentes los tres sectores de la economía y el consumidor que convalida los precios según su percepción y presupuesto, que aunque parezca difícil de entender, también es un precio? ¿Qué es lo que se pretende comunicar? ¿Cuál es la intencionalidad?
¿De qué hablamos cuando nos referimos a un precio relativo? Es aquel precio de un bien que está expresado en términos de otro bien. Por ejemplo, según la mediana del día viernes 29/03/19 necesitaríamos:
- 1,44 kg de vaca gorda buena ($ 43) para tener una dosis de vacuna antiaftósica ($ 62).
- 1,11 kg de la misma categoría para obtener un litro de gasoil premium.
- 1,63 kg para obtener medio kilogramo de yerba mate Playadito.
- 6 kg para obtener 1 kg de bola de lomo en la carnicería.
- 42 kg para comprar el cargador alternativo de la PC que se me rompió antes de empezar este artículo.
Los ejemplos podrían seguir, pero el concepto básicamente es que los precios relativos son la cantidad del bien A que hay que entregar a cambio del bien B, y matemáticamente hablando, un precio relativo es también un costo de oportunidad, pues expresa el número de unidades de un bien a las que hay que renunciar para consumir una unidad adicional de otro bien.
Si bien la inflación, que es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario, genera una distorsión de precios relativos, también hay otros mecanismos que se utilizan desde hace décadas para distorsionarlos y hacer ineficiente el funcionamiento de la economía. ¿Por qué la distorsión de precios relativos afecta la eficiencia de la economía? Porque si bien la inflación impacta en los precios de todos los bienes y servicios, la velocidad de ese fenómeno varía en cada caso, haciendo que algunos suban más que otros. Adicionalmente, los precios relativos cambian constantemente porque la gente modifica el valor que le otorga a determinados bienes. En ese marco, los negocios que en un momento eran muy buenos dejan de serlo y aparecen otros en su reemplazo.
Justamente, las valoraciones subjetivas que la gente le otorga a los bienes y servicios son las que definen la asignación de recursos, entre los cuales se incluyen los salarios que puede pagar una empresa para producir determinado bien o servicio. La cuestión es que los precios relativos, que son la manifestación de las valoraciones que las personas tienen, pueden ser distorsionados por la intervención del Estado por medio de regulaciones, subsidios, intervenciones, impuestos y muchos otros mecanismos.
Un ejemplo conocido por los ganaderos es el manejo a piacere del peso mínimo de faena o la nunca bien ponderada medida del ya fallecido Néstor Kirchner, acerca de cerrar las exportaciones de carne vacuna, siempre en el supuesto de priorizar la sostenibilidad del sector o “la mesa de los argentinos”. Por lo tanto, antes de salir a cazar brujas entre los diferentes integrantes del sector agroindustrial, es conveniente estudiar cuál es el origen de la inflación (una ayudita: la fiesta populista que siempre genera ganadores y perdedores), además de las políticas públicas que interfieren en la formación de precios relativos.
Se invita humildemente a pensar teniendo una lectura crítica, evitando provocaciones sin sentido que contribuyan a propagar comunicaciones negativas que, lejos de defendernos, nos hunden aún más como sector. La clave es enfocar el problema desde su propio origen. De nosotros depende no seguir siendo condenados por ignorantes. Y por favor: si para defender una posición creen necesario atacar a un par, ¡no nos defiendan más!
Artículo subido por Iván Grattone.

Empresaria y productora ganadera de la provincia de Santa Fe.
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