Jubilación estatal versus jubilación privada
La jubilación estatal es un concepto comunista porque se basa en la idea de que el Estado es quien mejor administra los ahorros de los ciudadanos, es decir de los privados. Si esto fuera real, sería el único caso donde el Estado administraría algo mejor que los privados, pero no es así.
No hay una sola cosa que el Estado maneje mejor que los privados. La razón está en el concepto de propiedad privada: solo el temor a perder la propiedad privada –o el deseo de incrementarla– es lo que estimula a su dueño a cuidarla e intentar aumentarla.
La propiedad pública es de todos, por lo tanto no es de ninguno, y como no es de nadie en particular, ninguno de quienes la administran siente el menor estímulo por cuidarla o aumentarla, porque están administrando lo que no les pertenece. Y como no hay estímulo para administrar eficientemente, lo hacen en forma irresponsable y temeraria, siendo que si pierden lo que administran, no pierden lo suyo, no pierden su propiedad privada porque que se pierde lo de otros, se pierde la propiedad pública, expresión esquizoide que los poetas conocen con el nombre de oxímoron.
Cuando el Estado obliga a una persona a aportar para su propia jubilación, se basa en dos premisas falsas:
- Que el Estado administra mejor que el privado.
- Que el Estado cuida mejor los ahorros de una persona, que la persona misma.
En cuanto a lo primero, cualquier empresa estatal siempre tendrá una equivalente privada. Basta comparar ambas para notar, si es que no fui convincente con mis razonamientos, que el Estado nunca administra mejor que su equivalente privado.
Y en cuanto a lo segundo, es ridículo pensar que el Estado –por dar un ejemplo– va a administrar mejor que un ingeniero sus propios ahorros para su vejez. El Estado no solo lo hará infinitamente peor, sino que el ingeniero no se robará a sí mismo sus ahorros. En cambio el Estado, además de administrar deplorablemente los ahorros del ingeniero, le robará una buena parte de los mismos. Y lo que digo para el ingeniero, corre para cualquier trabajador mentalmente sano, sin importar cuán escasa sea su educación.
La mejor administración de jubilación estatal pierde como mínimo un 25 % del capital a causa de la administración misma. Por cada $ 100 que paga el futuro jubilado, $ 25 van a parar a los sueldos de los empleados del ANSES y al pago de los costos fijos de los edificios que ocupan mientras realizan su «trabajo», por no mencionar otros rubros. Mientras más empleados tenga el ANSES y mientras más costos fijos tengan los edificios que los albergan, menos cobrará el jubilado.
Cuando uno pasa por el edificio del ANSES un domingo y ve que se olvidaron de apagar las luces el viernes, entonces los jubilados pagarán por ese despilfarro inútil de electricidad. A ningún empleado le importó apagar las luces porque ellos no pierden nada por no apagarlas, sino que paga el jubilado cobrando menos. De hecho, el mismo empleado que por descuido dejó las luces encendidas todo el fin de semana, en su propia casa jamás deja una luz encendida innecesariamente, siendo que cuida muy bien sus propios recursos.
Prescindiendo de la lógica que ve a las personas como si fueran números, supongamos por un momento que fuese preferible que el Estado cuidara los ahorros del trabajador para que le quede un capital con que mantenerse cuando sea viejo y no pueda trabajar. En vez del sistema convencional de fondo común, sería infinitamente más ventajoso que cada trabajador tuviera una cuenta de plazo fijo personal. Una vez hecho el 11 % de descuento del sueldo para la jubilación, dicho descuento se sumaría al capital acumulado, plazo fijo que después, cuando tenga la edad jubilatoria, empezaría a cobrar mes a mes la cuota parte correspondiente. Esto es facilísimo de hacer y reduciría los costos de administración a cero. Por otra parte sería justo y haría que el jubilado cobre a futuro mucho más de lo que cobraría si la jubilación fuera estatal, ya que no se perdería el 25 % en administración y aún más en otros conceptos, aparte de recibir el beneficio extra por los intereses que agregaría a su capital inmovilizado por ley.
Si tan sencilla solución no se ha implementado, es porque la jubilaciones son en realidad un recurso multimillonario que el Estado usa para otros fines que nada tienen que ver con el pago de jubilaciones. Los políticos no se van a perder esa tremenda montaña de dinero por tener el extraño impulso de hacer lo que corresponde, lo que es justo y lo que más beneficie a los ciudadanos.
Creo que fue Axel Kicillof o el mismo Diego Bossio, quien ante la imputación de un periodista que lo acusaba de usar los fondos del ANSES en cosas que no eran para el pago de jubilaciones, dijo: «Sería reaccionario usar el dinero del ANSES solo para el pago de jubilaciones». A confesión de parte, relevo de pruebas. (*)
Las jubilaciones obligatorias no deberían existir, no solo las privadas, sino mucho menos las estatales. Cada persona es mucho mejor administrador de sus propios ingresos a futuro que cualquier Estado del mundo, y por una mínima cantidad de locos o alcohólicos que no pueden hacerlo, no se puede castigar a todos los demás que sí pueden hacerlo.
En Estados Unidos, casi todos los trabajadores tienen su agente bursátil e invierten sus ahorros, grandes o modestos, en acciones de alguna empresa según su consejo. Esos ahorros serán el sustento del trabajador el día en que llegue a la edad de jubilarse.
En todo caso la jubilación debería ser voluntaria: si yo opto por no tenerla, porque me considero mucho mejor capacitado que el Estado para administrar mis propios bienes, o si sencillamente quiero disponer de más dinero en mi juventud, sin que me preocupe ser un indigente en mi vejez porque valoro mucho más mi juventud, es mi derecho tener esa opción, siendo que es mi dinero y mi vida. Yo no soy un títere del Estado, y si el Estado me obliga a serlo, lo soy obligado por una fuerza mayor que me somete a su voluntad. Tal como un esclavo egipcio que empuja piedras solo por la amenaza del capataz blandiendo en el aire su látigo de cuero de hipopótamo, yo entrego el 11 % de lo que gano todos los meses a quien no me deja hacer otra cosa, pero siempre planeando la mejor forma de rebelarme, siempre sabiendo que ese capataz llamado Estado es un hijo de puta. Tengo la dignidad de no repetir como propias las razones de mis enemigos. Sigan dándome latigazos, pero no sean tan caraduras de pretender que se los agradezca.
El único fin de las jubilaciones estatales es sacarle fácilmente el dinero a los trabajadores, esgrimiendo siempre la gastada excusa de que es para su bien y que luego en su vejez se les devolverá todo. Según los inapelables cómputos de la matemática financiera, una vez sumados los aportes y los intereses por capital inmovilizado, para que le devuelvan al jubilado todo lo que le corresponde, éste debería vivir unos 278 años.
El ANSES tiene el cuarto presupuesto de la República Argentina, solo superado por la Nación, la Provincia de Buenos Aires y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Guiado por la razón y la moral, ningún ladrón entrega un botín inmenso si se lo puede quedar fácilmente, apelando a diatribas y a eslóganes sensibleros.
(*) En julio de 2012, el entonces Secretario de Política Económica y Planificación del Desarrollo Axel Kicillof, fue cuestionado por Santiago Urbiztondo (economista jefe de la Fundación FIEL) acerca de usar los fondos del ANSES en cosas que no eran para el pago de jubilaciones, a lo que Kicillof respondió que «es reaccionario y mezquino» usar el dinero de ANSES solo para el pago de jubilaciones.

Contador público y exjugador de rugby. Autodefinido como «Un hombre que siempre tuvo la razón en todas las discusiones que mantuvo desde que aprendió a hablar hasta la fecha».
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