La Inflación y sus etapas
La inflación es considerada corrientemente a la par de los fenómenos de la naturaleza. Muy por el contrario, se trata de acción humana intencional que, abusando de los poderes coactivos del gobierno, es ejecutada por organismos públicos denominados “bancos centrales”. Injerto comunizante en las sociedades capitalistas, la inflación niega los principios de mercado libre y como tal, es el máximo obstáculo para su restablecimiento.
La moneda y el proceso económico
Economía es la cooperación pacífica y voluntaria de los seres humanos para aprovechar mejor sus esfuerzos. El origen de los valores surge de la estimación de lo ajeno, ya sean bienes o servicios. Pagamos intereses o alquileres en razón de usufructuar dinero o inmuebles que pertenecen a otros. Nada es gratuito en una sociedad libre, salvo cuando se vive de la beneficencia. Los donantes, en este caso, se privan de gastar lo voluntariamente regalado. Si deseamos ser dueños de una casa, vestido o televisor debemos pagar su precio.
Para poder comprar ha sido necesario haber vendido previamente nuestros servicios. El dinero propiamente dicho es una mercancía con características especiales que permite afrontar vías vicisitudes del tiempo que media entre los ingresos y los gastos. La moneda estable (al decir del eximio economista francés Charles Rist) es el puente entre el presente y el porvenir. Los metales preciosos sobresalieron en la selección secular de bienes para uso monetario en razón de ser excelentes medios de cambio y ahorro. La difusión de la moneda metálica había relegado al olvido a los infortunios que aparejaba el trueque. Estas situaciones dramáticas han reaparecido, precisamente, con la inflación.
El alza incontenible de la cotización internacional del oro confirma nuestras convicciones y demuestra tanto a keynesianos como a estructuralistas y monetaristas la cruda verdad: la moneda no es un papel que se emite sino un bien que es necesario producir sin cuyo auxilio la sociedad fundada en la división del trabajo y el intercambio, se extingue.
Liberalismo y finanzas
La función del Estado, dentro de la concepción democrática y liberal, está restringida al resguardo de la vida y propiedades de los individuos. El Estado es un ente de excepción dentro de la sociedad libre, dado que sus recursos no provienen de contraprestaciones voluntarias.
Toda la teoría constitucional referente a la descentralización y división de los poderes iba destinada a limitar la esfera de la hacienda pública . En efecto, se advirtió fundadamente, que con los avances del poder, se corría el riesgo de restablecer el absolutismo, o hacer en el ambiente de la inseguridad lindante con la anarquía.
El presupuesto público para todos los ciudadanos, único dentro de cada ejercicio anual, con equilibrio de entradas y salidas, sujeto a la aprobación y estricto control legislativo, correspondió a los principios de la democracia representativa. Los hoy llamados presupuestos nacionales o “económicos” son documentos inintelegibles que reflejan a la vez dirigismo y la decadencia del régimen parlamentario.
Es quizás una ironía, o un acto tal vez de mala fe, que los políticos que reclaman el retorno de la “democracia” sostengan, al mismo tiempo, puntos de vista socializantes que hacen dela democracia representativa una farsa.
Colectivismo e inflación
La quiebra del Estado demo-liberal se produjo con la difusión y práctica de las ideas socialistas, proceso acentuado durante y después de la Primera Guerra Mundial. Lasleyes laborales y de “previsión social” intensificaron la proletarización, con alarmante tendencia a desterrar por todos los medios la libre iniciativa y el espíritu competitivo.
El auge del colectivismo produjo la multiplicación de las haciendas autónomas dentro de la estructura financiera del estado. Los entes comerciales del fisco, al mismo tiempo que aberrantes monopolios, jugaron las veces de llave maestra para abrir las puertas al manejo discrecional de los fondos públicos.
Incapaces de allegar las astronómicas e incontrolables sumas que requiere el socialismo para su financiación, las Cámaras fueron perdiendo progresivamente gran parte de su significado. El vacío de poder fue llenado por los “bancos centrales”, con sus sutiles mecanismos de expropiación del oro y demás recursos externos de la población. Sólo así pudieron concretarse la demagogia política y sindical, los destructivos programas de nacionalizaciones y los descabellados proyectos del desarrollismo industrial.
El secreto del éxito de los líderes de la revolución de 1943 radicó en que los peronistas tuvieron a su plena disposición las barras de oro y las divisas acumuladas durante la Segunda Guerra Mundial. Ellas, mas que las conocidas bravuconadas, fueron los sostenes de los doce años de dictadura.
Inflación es el nombre que recibe un drama que abarca diversos actos, de los cuales se destacan: el otorgamiento del monopolio de emisión a una entidad privilegiada por el Estado; bancos comerciales del Fisco; declaración de inconvertibilidad a metálico del billete; adopción del patrón “cambio-oro”; y la supresión final del respaldo en divisas para la circulación del papel, con el propósito de otorgar préstamos ilimitados al gobierno.
El billete bancario, otrora instrumento de crédito pagadero al portador y a la vista (en una suma fija de metal precioso), de características similares al cheque, pagaré o letra de cambio, se transformó de ese modo en un título de deuda pública, sin fecha de rescate y de valor decreciente, con el aumento de las emisiones.
La incobrabilidad de los adelantos del Banco Central a la Tesorería convirtió al ente emisor en una mera ficción dentro de la estructura jurídica del Estado. Un sector del gobierno asume el papel de prestamista y otro de deudor insolvente con crédito ilimitado; de transferirse las prensas de emisión del Banco Central a la Secretaría de Hacienda se advertiría, quizás con mayor claridad, que la inflación no es otra cosa que el impuesto para edificar el orden socialista.
La última etapa
La inflación, se afirma, es el crecimiento rápido de la cantidad de moneda con respecto a la producción. Nada es más inexacto. El emisionismo es por sobre todo destructor de riqueza. En efecto, el poder reemplaza con la fuerza lo que de otra forma serían los incentivos del mercado para la asignación de factores.
Los servicios del gobierno, ajenos al mantenimiento de la ley y el orden, son rechazados por el público, dado que no responden a sus preferencias sino al capricho de los burócratas.
Si por una circunstancia del destino cerraran las puertas del Ministerio de Economía, con sus respectivos Departamentos y Secretarías, y las finanzas de la Nación volvieran a manejarse en el modesto Ministerio de Hacienda, no cabe ninguna duda de que, lejos de paralizarse la actividad económica, el nivel general de vida y ocupación se elevarían en breve plazo.
Aunque parezca reiterativo, no podemos dejar de insistir en que el único sujeto y protagonista del sistema económico es el hombre, actuando espontánea y pacíficamente.
La pregunta urgente a formular no es acerca del costo social que representa suprimir la inflación, y menos aún si se han de aplicar procedimientos graduales o de shock. El dilema que debemos resolver es si continuamos dilapidando recursos para arribar lo mas pronto al totalitarismo, o nos hemos de decidir finalmente a liberar las energías creadoras de nuestros conciudadanos.
Artículo de Meir Zylberberg, publicado en el diario La Prensa el 25 de octubre de 1979.

Artículos de opinión: gasto público, impuestos, economía, política, justicia y actualidad en Argentina. «El poder de la información para la ciudadanía».
Comentarios