Anécdotas de políticos argentinos
Cuando el general Julio Argentino Roca era presidente, ante los riesgos de algunos conflictos fronterizos, con patriótica previsión encomendó al general Pablo Riccheri que viajara a Alemania y adquiriera 40.000 fusiles Mauser para equipar convenientemente al Ejército Argentino. El general Riccheri formalizó rápidamente la compra de las armas con las fábricas alemanas. En la entrevista final se le acercó un representante de los fabricantes, quien le expresó:
—General, los fabricantes me han encomendado que le entregue este sobre con la comisión que le corresponde por su intervención.
Riccheri abrió el sobre y encontró un cheque de considerable monto. Sin titubear lo endosó y se lo devolvió al funcionario diciéndole:
—Mande otros 3.000 fusiles.
Unos años después, el gobierno argentino envió al almirante Onofre Betbeder a Estados Unidos para controlar la entrega de los acorazados ARA Rivadavia y ARA Moreno en las debidas condiciones. Betbeder viajó a los astilleros de Fore River (Massachussets) y durante cuatro meses supervisó la construcción de los buques pieza por pieza. Concluida satisfactoriamente su inspección, telegrafió al gobierno argentino para que pagara la cuenta. Al día siguiente, un elegante funcionario norteamericano se presentó en su oficina y le dijo:
—Almirante, permítame que le entregue este sobre en reconocimiento por su trabajo y la eficiencia con que ha cumplido su misión.
Betbeder abrió el sobre, retiró un cheque, e inmediatamente llamó a un secretario y le dictó la siguiente nota:
—«El gobierno de la República Argentina cumple en agradecer a los directores de los astilleros por el descuento en la cantidad de £ 300.000, que han tenido la gentileza de hacer sobre el precio de los buques».
Otros años más tarde, bajo la presidencia de Victorino de la Plaza, el presidente de Brasil viajó a la Argentina en una visita de confraternidad. Entre los agasajos se programó un banquete oficial que no pudo realizarse en la Casa Rosada por hallarse en reparaciones. Por lo tanto, se resolvió que el evento se celebrase en la casa particular del presidente, en la calle Libertad. Un día después, Victorino de la Plaza llamó a su ama de llaves y comenzó a extender los cheques de su cuenta personal para pagar a los proveedores. Al concluir le dijo a la empleada:
—Señora, falta la cuenta de los vinos.
La mujer le explicó:
—Señor Presidente, por ser un banquete oficial se trajeron los vinos de la bodega de la Casa Rosada.
De la Plaza contestó:
—Señora, en mi casa los contribuyentes no pagan los vinos. Vaya al almacén y mande reponer en la bodega de la Casa Rosada las botellas que se consumieron.
En aquellos tiempos, Argentina estaba entre los seis países más prósperos del mundo y era la segunda potencia militar del continente.
Ahora pregúntense: ¿por qué en las escuelas no se enseña la vida y obra de estos ilustres personajes, pero sí se enseña y adoctrina hasta el cansancio con figuras como Perón y Evita?

Informático. Analista de Sistemas de Computación. Librepensador, escritor y documentalista. Webmaster de Diario El Despertador.
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