Nuevo análisis del bien común
El bien común es ese concepto del que hemos hablado muchas veces, y que es el preferido por aquellos autores que profesan su profunda antipatía hacia el capitalismo y/o liberalismo.
Es el que proverbialmente se presenta como opuesto al bien particular o individual.
Tradicionalmente se lo muestra como un bien «superior», ajeno y por encima de los bienes particulares o individuales y por completo separado de estos como si fuera una entelequia incorpórea que se moviera en una esfera invisible.
Estos serían los directores sociales, encargados de aplicarlo, cuestión difícil de comprender, ya que ¿cómo podrían aplicar e identificar algo que para el resto de los seres humanos resultaría invisible e indefinible pero para ellos no?
Su discusión es muy antigua y ha sido tratada por los más diversos autores de todas las épocas.
Los derechos individuales que Mr. Wells espera salvar se verán obstruidos inevitablemente por la planificación que desea.
Hasta cierto punto, parece advertir el dilema, por eso los preceptos de su «Declaración de los Derechos del Hombre» resultan tan envueltos en distingos que pierden toda significación.
Mientras, por ejemplo, su Declaración proclama que todo hombre «tendrá derecho a comprar y vender sin ninguna restricción discriminatoria todo aquello que pueda legalmente ser comprado y vendido;
Invalida el precepto al añadir que se aplica sólo a la compra y la venta «de aquellas cantidades y con aquellas limitaciones que sean compatibles con el bienestar común».
Pero como, por supuesto, toda restricción alguna vez impuesta a la compra o la venta de cualquier cosa se estableció por considerarla necesaria para «el bien común», no hay en realidad restricción alguna que esta cláusula efectivamente impida, ni derecho individual que quede salvaguardado por ella.»[1]
Este rico pasaje de una obra imperecedera nos deja muchas enseñanzas, sobre todo por su gran actualidad a pesar de la época de su publicación, porque la discusión sigue siendo muy presente.
Denota el conflicto interno entre los socialistas por no poder compatibilizar el sistema que propician con los derechos individuales que también quieren defender.
Tales personas no han hecho los estudios económicos necesarios con los que hubieran visto la incompatibilidad entre la planificación central y los derechos individuales.
Observamos, por lo pronto, que el sr. Wells partía de la base de un sistema suma cero.
Parece que por el término «bienestar común» quería referirse a todas las demás personas diferentes a ese hombre al cual pretendía otorgarle el derecho de «comprar y vender todo lo que pueda ser comprado y vendido».
Lo que entra en contradicción con su expresión inicial de «todo hombre», porque si dentro del concepto de «bien común» no se encuentra «todo hombre»
¿que podría tener de «común» ese supuesto «bienestar»?
Este conflicto nace de suponer que el bien común y el individual son cosas diferentes, lo que resulta falso.
El bien común es todo aquello que resulta bueno para todos y cada uno de los sujetos.
Lo que no simboliza que ese bien sea individualmente el mismo para todos esos sujetos.
Llegamos a esta conclusión luego de haber pensado durante mucho tiempo que «el bien común» no era más que un mito social
Y que lo único que existía realmente era el bien individual.
Pero reflexiones posteriores nos permitieron encontrarle a esa fórmula un sentido compatible con el individualismo más estricto.
He designado a este concepto enfoque liberal del bien común, con lo cual no quiero expresar que todos los liberales lo compartan.
Simplemente lo he escogido así porque lo veo compatible con mi idea acerca del liberalismo.
Ninguna voz oficial del liberalismo dice qué debe o no entenderse por cada cosa o materia que se trate.
Y, desde luego, tampoco la hay en este tema.
Lo que entendemos como bien común no puede entrar en colisión con el bien particular de nadie, porque de hacerlo dejaría de ser «común».
Y, en muchos supuestos, de un «bien».
Si para un criminal es «bueno» asesinar, ello no puede ser un «bien común», porque no se puede concebir que sea un «bien» para sus victimas.
Por eso, para las doctrinas antiliberales, en cambio, el bien común es la antítesis del individual
Sólo puede ser definido por el líder del partido gobernante (o por aquellos a quienes él designe)
El «bien individual» es el de todos aquellos que no están de acuerdo con el jefe del partido al mando o con sus secuaces.
La defensa del «bien común» implica silenciar o aniquilar a todos aquellos que disienten con el régimen que lo ha determinado.
El bien común se caracteriza de manera antagónica dependiendo del enfoque: será uno bajo el prisma liberal y otro bajo el antiliberal.
[1] Friedrich A. von Hayek, Camino de servidumbre. Alianza Editorial. España. pág. 119.

Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas. Egresado de ESEADE (Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas). Fundador, Director, Editor y Redactor de la revista de divulgación académica Acción Humana.
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