La angustia ciudadana detrás del dilema electoral
Una agenda atravesada por la política que ignora a la gente
Todos los analistas plantean escenarios diversos de cara a los próximos comicios.
La sociedad aún no sale del impacto, evalúa la dura transición que se avecina y tiene temor sobre las derivaciones que podría traer cualquier resultado.
Es sabido que existe un evidente divorcio entre las preocupaciones de la política y las de los ciudadanos.
Los medios de comunicación se hacen eco de las primeras con enorme énfasis y las segundas pasan desapercibidas.
Al hacer un repaso de los titulares más significativos de los principales medios sólo hacen referencia a los pronósticos electorales.
Parece que a los líderes sólo los desvela acortar diferencias respeto de lo sucedido en las primarias.
Claro que esos asuntos son relevantes y que de ellos se desprenden consecuencias innegables.
Es obvio que cada uno de esos aspectos tendrá incidencia cuando la votación determine un veredicto dibujando un horizonte inexorable.
Lo alarmante es que no se pueda aportar algo más de claridad a esas personas que están transcurriendo un pésimo momento.
Los que perdieron a sus afectos en la pandemia o la padecieron de un modo cruel están devastados y merecen tener muchas respuestas.
Los que se quedaron sin empleo o vieron diezmados sus ingresos, los que tuvieron que cerrar sus emprendimientos o perdieron ventas, necesitan que alguien los escuche.
Están observando todo.
No precisan que se les cuente mucho acerca de la realidad porque la perciben a diario.
Están expectantes, conscientes de que el desenlace de esta elección se reflejará en sus vidas y eso les genera pesar.
No los mueve una curiosidad intelectual o académica.
No están atados al ganador o al perdedor, sólo esperan ver una luz al final del túnel.
Buscan encaminar sus energías hacia aquello que les brinde oportunidades.
La descripción de las penurias no es suficiente para entender lo que está pasando.
Hace falta empatía para ponerse en el lugar de los que más soportaron y todavía no han logrado reponerse.
Los políticos no pueden asumirlo.
No sufrieron pérdidas patrimoniales y salvo excepciones tuvieron la bendición de no perder seres queridos en el peor momento de esta calamidad sanitaria.
Los empleados estatales fueron los grandes privilegiados durante meses.
Sin obligación de ir a trabajar muchos cobraron sus salarios mientras otros gozaban de beneficios que el resto no pudo disfrutar.
Los trabajadores de la salud recibieron aplausos, las fuerzas de seguridad un merecido reconocimiento.
Cada uno de los trabajadores que puso el cuerpo en esta catástrofe fue valorado por la sociedad.
No fue la misma la actitud con el empleado «privado» que estaba en la trinchera cuando el resto pudo resguardarse.
Esos se arriesgaron cuando casi nadie lo hacía y esto se pasó por alto sin pudor.
El daño económico y psicológico que se ha producido en la comunidad será dificil de reparar.
No hay estadística que pueda reflejar esas sensaciones dolorosas que han atravesado millones de familias.
Tras meses de angustia, cuando lentamente empiezan a retomarse las rutinas, todo pretende reducirse a un proceso electoral en el cual el país se juega el futuro.
Es cierto, es un instante bisagra.
La política es parte de la vida cívica y negarlo sería muy temerario.
Vale la pena detenerse para no perder de vista esa realidad que está ahí, aunque muchos prefieran ignorarla.
En pocas semanas se definirá parcialmente el rumbo de la nación.
El dictamen de los votantes marcará el sendero y los dirigentes tendrán que decidir si toman nota de esas opiniones o no.
Será el turno de los que conducen, de los que fueron elegidos para gobernar y de aquellos que han sido seleccionados para controlarlos.
Tendrán que definir acciones para lo que resta de este mandato presidencial.
Mandato que está siendo cuestionado por sus errores e interpelado a hacer lo que debe hacer para salir de este pantano.
Mientras tanto, se debería acompañar a los que más sufrieron ante el accionar de una clase política que no supo pedir disculpas por sus atropellos y sus inmoralidades.

Periodista. Consultor en Comunicación. Presidente de la Fundación Club de la Libertad (provincia de Corrientes). Liberal libertario, defensor de los derechos individuales y los mercados libres.
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