La manía de reincidir con las peores recetas

El país ensaya nuevamente las fórmulas que ya conoce en profundidad y con las cuales ya ha tropezado antes.

El corolario de ese proceso es absolutamente predecible.

Sin embargo, se sigue insistiendo con estas estrategias fallidas.

Es casi imposible comprender por qué una nación que ha implementado una batería de políticas vetustas que ya han generado tanto daño se empeña ahora en reiterar los mismos obsoletos esquemas una y otra vez.

Por que insisten con lo mismo ?

Encontrar explicaciones constituye un desafío intelectual engorroso.

Ante la ausencia de una versión oficial sobre los verdaderos motivos de estas absurdas definiciones no queda otro camino que imaginar una lista de diferentes hipótesis alternativas.

Es que el cepo cambiario y los controles de precios, los cierres de exportaciones y los cupos a las importaciones y las tarifas congeladas, la emisión monetaria descontrolada y la economía cerrada jamás han funcionado.

No existe experimento sobre la tierra que muestre empíricamente que ese sendero deriva en un éxito.

No sólo no lograron resolver ningún problema estructural, sino que los han acrecentado alejando así las chances de visualizar siquiera una salida.

Siempre estos mecanismos pretendieron operar en el corto plazo, otorgándole una suerte de sobrevida política al mandatario de turno

Pero invariablemente han terminado estallando y llevando al dilema original hacia una situación más alarmante.

La picardía es que lo que, tal vez, se podría haber abordado con mayor sencillez si hubiera sido encarado a poco de andar, hoy resulta extremadamente difícil, ya que su complejidad actual se ha incrementado.

Algunos especulan con el factor “ignorancia”.

Esos sostienen que en realidad los que gobiernan no entienden de economía y por eso qué nunca encuentran las soluciones adecuadas.

Suponen que sólo se consuman visiones erradas bajo convicciones completamente disfuncionales y no configuran una mala praxis intencional.

Otros, a estas alturas, descartan esa posibilidad.

De hecho, consideran ingenuo ampararse en esa mirada y otorgarles a los administradores ese beneficio de la duda con el que deberían contar aquellos que se equivocan involuntariamente.

Para estos últimos no se asiste a un error producto de creencias incorrectas sino a una deliberada decisión de recurrir a instrumentos que nunca apuntan al hueso de la cuestión.

Estar confundido es posible y hasta natural. Nadie tiene por qué acertar siempre.

De hecho, sería bastante inhumano esperar esa conducta perfecta.

Pero equivocarse con premeditación a sabiendas de las consecuencias de cualquier decisión y no comunicar con claridad a aquellos que esperan cándidamente que sus expectativas se vean satisfechas es de miserables.

Mucho más grave es el cuadro cuando, una vez ocurrido el desastre, el promotor del plan base no sólo se hace el distraído

Buscando culpables

Además culpa de la tragedia a algún tercero, preferentemente un sector social, una potencia extranjera o un adversario partidario para endilgarle los pecados que justifican el aberrante resultado obtenido.

Claro que, en ese submundo, bien vale identificar a los perversos perpetradores y también a los idiotas útiles.

Es que no debería corresponderles la misma responsabilidad y es saludable separar la paja del trigo para no cometer una injusticia desproporcionada.

No es que los que fueron funcionales involuntariamente no sean una parte significativa del drama

Sino que no sería equitativo cargar las tintas sobre ellos ubicándolos en el mismo plano de los que tramaron este nefasto derrotero.

Luego de tantas frustraciones a lo largo de la historia, este parece un buen momento para reflexionar sobre lo que sucede.

Seguir asumiendo que las desgracias de hoy son producto de la casualidad y que sólo se han incurrido en deslices, ya no es razonable.

Ese relato es demasiado infantil para ser cierto.

La Salida

Quizás, el único modo de salir de ese laberinto sea madurar como sociedad

Procesar lo que está pasando, hacer el duelo rápidamente, y dejar de comprar “espejitos de colores”

En definitiva; decirle basta a los manipuladores seriales que juegan con la gente.

Hasta que eso no ocurra todos seguirán siendo abusados por esta caterva de inadaptados que siguen gobernando los destinos de la mayoría.

Comentarios

Alberto Medina Méndez

Periodista. Consultor en Comunicación. Presidente de la Fundación Club de la Libertad (provincia de Corrientes). Liberal libertario, defensor de los derechos individuales y los mercados libres.