Ni epitafios ni consagraciones

Editorial publicada hoy en El Litoral

El rotundo triunfo opositor en el plano nacional otorga menos motivos para un desmedido festejo de la dirigencia de Juntos por el Cambio que las responsabilidades que entrañan.

Se impuso el himno a la mesura.

La confirmación del resultado general de las elecciones y el acortamiento de la distancia en la provincia de Buenos Aires ofrecen la singularidad de moderar el impacto de la contundente derrota del oficialismo tanto como de atenuar la celebración de Juntos por el Cambio.

A todos les queda mucho por construir y revisar. Es el extraño sabor de la paradoja. Para los cambiemistas, un placer más limitado que el soñado. Para el peronismo, es el módico, pero esencial, gusto de la sobrevida.

Esa dualidad de sensaciones iniciales que arrojan los resultados no impide a los opositores festejar un hecho histórico: la ampliación de su base de sustentación en casi todas las provincias, que se traduce en una victoria práctica al quitarle el quórum al peronismo por segunda vez desde la recuperación de la democracia.

El cambio en la composición de la Cámara alta es un hito en sí mismo que cobra mayor relevancia cuando se advierte la encrucijada que significa para la coalición gobernante.

La experiencia de 2009, primera vez que el peronismo perdió el quorum, es una lección de la que JxC deberá tomar nota. Aquella vez la alegría antikirchnerista duró menos de medio año.

Es cierto que nada se parece a lo que ocurría entonces. Esta vez la oposición está mayoritariamente unida en un mismo espacio y es opción real de poder.

Aunque sea anecdótico, vale recordar que, además, JxC cuenta con quien hace 12 años fue el artífice de la recuperación de la mayoría kirchnerista: Miguel Pichetto.

Ironías y lecciones del destino. El peronismo sabe defender el poder.

El resultado de ayer tendrá consecuencias para la oposición cambiemista más inmediatas que la reconfiguración del Congreso.

Lo anticipó anoche Alberto Fernández, en su curioso mensaje leído.

El primer mandatario convocó a un acuerdo, con eje en la negociación con el FMI, para luego fustigar a la oposición cambiemita por haber contraído la deuda. Antes, al salir de votar, había acusado a los opositores de no tener vocación de diálogo. Si no fuera por lo explícito, sería un presente envenenado.

Las imágenes que mostraron los actos del FdT y de JxC anticipan que no será fácil un diálogo constructivo, en medio de tanta desconfianza y desvarío.

Sin embargo, JxC está obligado a dar respuesta no ya a la difusa oferta del oficialismo, sino a una sociedad que desesperadamente espera soluciones, no solo del Gobierno, sino de una dirigencia política en la que cada vez cree y confía menos.

La posición unánime que primaba en la cúpula cambiemita sobre un posible acuerdo era de cautela estratégica.

La coincidencia residía en pedir precisiones sobre lo que el Gobierno propondría en la certeza de que no habría consenso entre las diferentes ramas del oficialismo. Tal vez un exceso de optimismo.

Los radicales que aspiran a competir en la interna presidencial tendrán que regular sus aspiraciones y acordar cómo seguir.

El presente sigue ofreciendo más fragilidades que certezas para cualquier proyecto.

Nadie puede prescindir de nadie y todos necesitan demasiado de todos.

“La victoria no da derechos”.

La máxima que instauró Mariano Varela, el ministro de Relaciones Exteriores de Sarmiento, constituye ahora para Juntos por el Cambio un imperativo de orden práctico, más allá de su categoría ético-moral. Las elecciones dejaron poco para festejar.

Y mucho para trabajar. Hay un país esperando soluciones.

Diario El Despertador

Artículos de opinión: gasto público, impuestos, economía, política, justicia y actualidad en Argentina. «El poder de la información para la ciudadanía».

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